viernes, 2 de marzo de 2012

LAS MUJERES DEL HATILLO GRIS


María, la protagonista de La mujer del hatillo gris llegó finalmente hasta la cárcel de Villabona a través de campos y festivales, secarrales y presentaciones, y la Villa Buena resultó ser, junto a las mujeres del Módulo 10, un lugar no tan malo como cabría esperar.

Talego talego/ qué dolor, como decían los poetas de los ochenta, pero en esta otra forma de convivir, con la cultura, el respeto, las artes, hoy denostadas por algunos de los cráneos menos evolucionados de la sociedad, se encuentra un espacio transitable y digno, una oportunidad educativa y de convivencia para quienes no han tenido demasiadas oportunidades.

Hace dos mil quinientos años que lo sabemos: quien conoce no hace el mal.

Mi impresión personal es que muchas de las que allí están encerradas no deberían estar. Sin demagogia, cualquier sustancia debería ser legal para terminar con las mafias, los robos, la explotación, la violencia. Y las cárceles están llenas de estos motivos. En lo que pienso al salir del Mako es en prevención, en información, en libertad, en escuelas, en educación de calidad, en el gobierno provisional asturiano aumentando en 10 millones el presupuesto de la enseñanza privada y reduciéndolo en 8 millones a la pública el mismo día que nos rasgamos las vestiduras, también con razón, por que echen a Cienfuegos; pienso en las vidas tan estrechas de los que viven en las prisiones, estrechas desde que nacieron, por un camino sin salida que conducía directo ahí dentro.

La mujer del hatillo gris ha sido un éxito. Me tuve que subir a una silla para conectar unos cables y me gané unos silbidos de ánimo. Nunca he tenido mejor público para mi película que éste, entregado, como cuando llorábamos, reíamos y aullábamos en el cine Capitol a las tres de la tarde del domingo, ese momento preternatural de la inocencia. También me aplaudieron y aplaudimos. Y nos besamos al despedirnos.

Recuerdo ahora los versos del poeta lírico Pla:

Carabanchel, La Modelo,

Herrera de La Mancha,

Cáceres II,

Alcalá Meco, Puerto

de Santa María.

RIS

María, la protagonista de La mujer del hatillo gris llegó finalmente hasta la cárcel de Villabona a través de campos y festivales, secarrales y presentaciones, y la Villa Buena resultó ser, junto a las mujeres del Módulo 10, un lugar no tan malo como cabría esperar.

Talego talego/ qué dolor, como decían los poetas de los ochenta, pero en esta otra forma de convivir, con la cultura, el respeto, las artes, hoy denostadas por algunos de los cráneos menos evolucionados de la sociedad, se encuentra un espacio transitable y digno, una oportunidad educativa y de convivencia para quienes no han tenido demasiadas oportunidades.

Hace dos mil quinientos años que lo sabemos: quien conoce no hace el mal.

Mi impresión personal es que muchas de las que allí están encerradas no deberían estar. Sin demagogia, cualquier sustancia debería ser legal para terminar con las mafias, los robos, la explotación, la violencia. Y las cárceles están llenas de estos motivos. En lo que pienso al salir del Mako es en prevención, en información, en libertad, en escuelas, en educación de calidad, en el gobierno provisional asturiano aumentando en 10 millones el presupuesto de la enseñanza privada y reduciéndolo en 8 millones a la pública el mismo día que nos rasgamos las vestiduras, también con razón, por que echen a Cienfuegos; pienso en las vidas tan estrechas de los que viven en las prisiones, estrechas desde que nacieron, por un camino sin salida que conducía directo ahí dentro.

La mujer del hatillo gris ha sido un éxito. Me tuve que subir a una silla para conectar unos cables y me gané unos silbidos de ánimo. Nunca he tenido mejor público para mi película que éste, entregado, como cuando llorábamos, reíamos y aullábamos en el cine Capitol a las tres de la tarde del domingo, ese momento preternatural de la inocencia. También me aplaudieron y aplaudimos. Y nos besamos al despedirnos.

Recuerdo ahora los versos del poeta lírico Pla:

Carabanchel, La Modelo,

Herrera de La Mancha,

Cáceres II,

Alcalá Meco, Puerto

de Santa María.

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